Se ha hablado mucho últimamente sobre el “efecto guggenheim” (e-g) de Bilbao. Cómo la implementación de un tótem arquitectonico-cultural-avanguardista sirvió de trampolín para la transformación de una ciudad postindustrial.
Evidentemente, muchas ciudades (grandes, medianas y pequeñas), han buscado y buscan su propio “e-g”. La verdad parece un mal que esta pervirtiendo la realidad y los objetivos culturales de la verdadera acción.
Zulaika lo dice con palabras llanas:
«El Guggenheim es un proyecto que se decidió en una reunión del EBB en una bodega riojana y no en Ajuria Enea», en su libro Crónica de una seducción. El Museo Guggenheim Bilbao, en el que narra la gestación del acuerdo para la instalación del centro de arte de la marca norteamericana en la capital vizcaína.
Sostiene que el director de la Fundación Guggenheim, Thomas Krens, se interesó de verdad en Bilbao «cuando le dijeron que aquí tenemos Hacienda propia». A partir de ese momento, Krens se las ingenió para influir en el Euskadi Buru Batzar (EBB) a través de Juan Luis Laskurain, entonces diputado vizcaíno de Hacienda y Finanzas.
El máximo órgano de gobierno entre congresos del PNV, reunido en una bodega de la Rioja alavesa, dio su visto bueno a la operación que pretendía el director de la Fundación Guggenheim, interesado en que se llegara a un acuerdo antes de que acabara 1991, de tal forma que no hubo lugar para el aplazamiento de unos meses que pidió el entonces consejero de Cultura, Joseba Arregi, que «se dio cuenta de que Krens les estaba utilizando».
La presencia del ex ministro italiano Gianni de Michelis en la firma del acuerdo, para granjearse el apoyo de los socialistas vascos, la captación para su causa de Juan Ignacio Vidarte, entonces simple segundo de Laskurarin, o el secretismo con que todo se lleva a cabo son aspectos que Zulaika destaca de las técnicas de persuasión que Krens utiliza para comprometer a las instituciones en un proyecto que acabarían pagando, mientras el ejecutivo norteamericano se reservaba la dirección del museo.
En el fondo todo se queda en una unión de intereses mercantiles y no culturales.