¿Son realmente sabias las multitudes?

Evidentemente, hay muchos contextos en los que no dejaríamos que las multitudes decidieran en un tema: desde la mejor cura para un tumor a como detener a tiempo un accidente en una central nuclear antes de que vaya a más, parece claro que el trabajo debería recaer en manos de expertos que saben de qué hablan. En el campo de la medicina especialmente, esta “sabiduría de las multitudes” puede acabar siendo particularmente peligrosa. Así muchos médicos se quejan de pacientes que llegan con problemas después de haberse automedicado en función de información que “había encontrado en la red.”

Los entusiastas de la web 2.0, sin embargo, defienden que hay aspectos en los que las multitudes sí resultan especialmente útiles. Así, les parece mucho más fiable la recomendación de un restaurante basado en los enlaces de diferentes usuarios que un web de un experto gastronómico que quizás base sus recomendaciones en pagos por publicidad. Un ejemplo ampliamente citado es un artículo de la revista Nature que comparó diversos artículos de ciencia en la Wikipedia y en la Encyclopaedia Britannica. Se enviaron una selección de diferentes artículos, sin especificar de donde provenían, a diversos expertos en la materia en cuestión, y estos tenían que evaluar si habían errores y cuáles eran. El estudio demostraba que el nivel de errores era similar en la Britannica y la Wikipedia, con lo que mostraba que su grado de fiabilidad era similar. Lo más interesante, de todas formas, vino después. A los pocos días de publicarse el artículo en Nature, prácticamente todos los errores que según los expertos contenían los artículos de la Wikipedia fueron corregidos, mientras que nada de ello sucedió con la Encyclopaedia Britannica.

El estudio es muy sugerente pero todavía es muy preliminar. Otros análisis apuntan a la poca fiabilidad de la Wikipedia en cuestiones muy polémicas y controvertidas, o en la posibilidad de generar noticias trampa a propósito o simplemente un excesivo celo del autor de los artículos que impida una edición más cuidada de los artículos. Jarom Lanier -uno de los pioneros de la realidad virtual- explica que en la Wikipedia aparece como si fuera un director de cine, que no es el caso. Ha intentado varias veces modificar su propia entrada, pero inevitablemente, alguien ha vuelto a re-catalogarlo como director de cine.

El debate ha simplemente empezado, y sin duda es uno de los temas clave a la hora de juzgar la utilidad del paradigma web 2.0 en el mundo de la cultura. ¿No nos conducirían la multitudes a webs sobre el Código da Vinci y otros best-sellers obviando la alta cultura? O por el contrario ¿facilitará la web 2.0 la reconversión de nuestra gestión cultural hacia derroteros menos elitistas, manteniendo sin embargo el nivel de producciones?

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